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sábado, 10 de julio de 2010

Él contamina, ellos contaminan; nosotros no miremos para otro lado

Publicado en El Diario de la Región, de Resistencia, Chaco, el sábado 3 de julio de 2010


Clara Riveros Sosa


El jueves 1 de este mes se realizó en la legislatura provincial una jornada para tratar la contaminación que se produce en la localidad de La Escondida. Si bien la organización allí del evento, lógicamente, corrió por cuenta de diputados atentos a la cuestión, la iniciativa de hacer pública la situación en que viven -y en la que también muchos enferman y en la que muere una cantidad imprecisa-, partió de los vecinos autoconvocados de esa localidad. Sus padecimientos y la preocupación constante con que transcurren sus existencias abarcan a casi toda la comunidad, pero queda a la vista que sólo una parte de la población se compromete abiertamente con los reclamos. En esos casos, no se trata de una postura de comodidad de parte de quienes se abstienen de expresarse, sino que, al igual que en trances similares a lo largo y ancho del mundo, la población- máxime cuando se trata de lugares pequeños- se encuentra en relación de dependencia, directa o indirectamente, de la empresa que produce la contaminación. Se les teme a las represalias y a la desocupación lo suficiente como para arriesgar la salud y la vida a un nivel tanto personal como colectivo. Tal fue lo que se puso de manifiesto en ocasión de la jornada que comentamos.

Si bien la contaminación en La Escondida, como en tantas otras radicaciones fabriles, proviene de largas décadas, no excedía la medida que los vecinos estaban habituados a soportar: Tampoco los productos de la fábrica ni sus emanaciones tienen en los últimos tiempos las mismas características de antaño. Las preocupaciones lugareñas se desataron a partir de que la empresa Indunor comenzó a elaborar no sólo el tradicional tanino vegetal, sino un listado de productos químicos (tanino artificial, y bisulfito, entre otros, además del furfural que es de más antigua data), ninguno inocuo. Pero la alarma y la angustia cundieron cuando el 9 de octubre del año pasado se produjo en la planta una explosión fuerte seguida de incendio y de emanaciones de humo visibles aun desde otros parajes. El accidente, que luego se atribuyó a un cortocircuito, fue contenido por los propios operarios y la brigada antiincendios de Indunor, y sofocado finalmente por los bomberos de otra localidad. De haber estallado los tanques de oxígeno, se estimó que podría haber alcanzado la magnitud de catástrofe. No obstante, el denso humo se hallaba cargado de sustancias tóxicas que incrementaron las emisiones diarias a la atmósfera que allí se sufren. Un especialista puso en evidencia el descontrol oficial al destacar que no se hallan identificados todos los productos que se fabrican en ese lugar.

Al presentar el cuadro de degradación ambiental cotidiana no se olvidó señalar, en el transcurso de la jornada legislativa, la permanencia de los residuos industriales en sus repositorios y el volcado de efluentes al río Negro, más la contaminación que se detectó en la napa freática. No es superfluo recordar siempre que el agua que provee SAMEEP (1) es tomada del riacho Barranqueras, a pocos metros corriente abajo de la desembocadura del río Negro.

En oportunidad de la jornada en la Cámara la situación fue expuesta y explicada por los legisladores que respondieran al reclamo, pero fundamentalmente se contó con los testimonios de numerosos vecinos de La Escondida que los brindaron con claridad y sin golpes bajos. Lo emotivo surgía por sí mismo de sus dichos.

Los vecinos de La Escondida dieron cuenta del profundo deterioro de su ambiente, de las enfermedades que se propagan, algunas de las cuales les eran prácticamente desconocidas con anterioridad, a más de los esperables males respiratorios y de piel, de los chicos que tosen todo el día, de los techos de chapa corroídos y perforados por las emanaciones y la lluvia ácida (imaginar el cuerpo humano expuesto a tales condiciones), de la proliferación de cánceres; del olor insoportable; de su amor por el pueblo natal en el que desean permanecer, o en el que deben quedarse al carecer de alternativas; en el traumático desarraigo de quienes tienen la oportunidad de instalarse en otra ciudad; de la preocupación que les generan los niños y los jóvenes ya con síntomas o que puedan manifestarlos más adelante.

La gente de La Escondida hizo hincapié en tres puntos principales: en que no van contra la industria en sí misma sino contra su forma de producir que entienden que puede – y es urgente que lo haga- enmarcarse en los debidos parámetros ambientales; su desencanto con el papel desempeñado por sus autoridades municipales y, con reiteración, en la cantidad de puertas oficiales que debieron golpear para que -en el mejor de los casos- si llegaban a ser atendidos, luego partieran de allí con compromisos verbales que no se concretaron. A nadie le pareció extraño que así ocurriera, desde el momento en que, ya en la jornada del jueves, estaban ausentes del recinto las autoridades que más responsabilidades acumulan en esta instancia y cuyas explicaciones resultan más que necesarias. En tanto que sí representaron a la APA (2) y a la Subsecretaría de Medio Ambiente provincial una técnica por cada una de dichas entidades y que defendieron su rol, pero nadie con capacidad de decisión ni de dar respuestas políticas. A pesar del carácter y tema de la reunión, el ministerio de Salud Pública no envió a ningún funcionario.

Para ser justos cabe lamentar también la inasistencia de legisladores y de personas de movimientos que apoyan a otras poblaciones afectadas por coyunturas parecidas e igualmente aflictivas. A la inversa, las convocatorias de estas últimas registran espacios vacíos correspondientes a los sectores presentes el jueves. Es de esperar que esto sólo resulte de una casualidad y que todos los actores de la democracia que está en juego se integren en defensa nada menos que de la vida y de la salud de las generaciones presentes y futuras de sus representados. Las afectaciones a la vida y a la salud se multiplican generando un sinfín de conflictos y mucho dolor sin distinción de pertenencias políticas ni ideológicas.

Es muy significativo que nuestra provincia se halle sacudida a diario por hechos persistentes de contaminación emparentados por las mismas ausencias, negaciones, demoras y falta de controles. Ahora son La Leonesa y Las Palmas dañadas por las arroceras, Puerto Vilelas –hoy- por los silos de granos, y las poblaciones de la zona sojera y fumigada que irán sumándose al clamor general a medida que venzan las resistencias, miedos y oposiciones con que también debieron lidiar quienes hoy se manifiestan. Los sistemas de producción vigentes no son compatibles con la vida: urge cambiarlos. No se pueden apilar cadáveres sobre el altar de un supuesto desarrollo. Los gobiernos que elegimos y sostenemos y los funcionarios que a su vez estos gobiernos designaron, están en sus sitios como gerentes de las actividades de las cuales los ciudadanos no podemos hacernos cargo. Esperamos y exigimos que cumplan con su cometido. Mientras tanto la ciudadanía se ve obligada a cubrir los espacios de acción vacíos. Además, ya sabemos que los problemas que no se resuelven derivan en conflictos cada vez más duros, extensos, complejos y con vocación de eternizarse.

(1) SAMEEP : Servicio de Agua y Mantenimiento Empresa del Estado Provincial.

(2) APA : Administración Provincial del Agua.

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