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domingo, 18 de octubre de 2009

Tenemos que hablar de dignidad

(AW) Publicamos a continuación un artículo de nuestro compañero Rodolfo Grinberg que participó recientemente en los contrafestejos a los actos oficiales del 12 de octubre en la zona del impenetrable chaqueño. Es la primera vez que se realizan movilizaciones de este tipo en la región.

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Tenemos que hablar de dignidad


Por Rodolfo Grinberg


Tenemos que hablar de dignidad. Estoy convencido. En este país. En estos momentos en que no estamos seguros de qué lugares ella transita. En este Chaco duro e impenetrable. En este octubre. A 42 años del asesinato del querido "Che". Con tantas deudas impagas. Las de los hijos de puta (prometimos una y mil veces cobrárselas). Las nuestras. Con nuestras carencias y debilidades (humanas al fin) incluidas.

En este reencuentro con mis hermanos y mis hermanas Qom es necesario hablar de dignidad, a quinientos diecisiete años del comienzo del genocidio. Si no no se entiende cómo este pueblo sigue de pie frente a los mercaderes del hambre. Si no no se explica esta vergüenza de sentirme impotente y pequeño.

Ayer la dignidad de un pueblo que se resiste a ser condenado a muerte y olvido marchó por las calles de Castelli y Miraflores.

Acá. En este Chaco impenetrable y duro el pueblo Qom marchó porque la mentira sigue y el genocidio aún no concluye.

No terminó el padecimiento del indio con la Revolución de Mayo hace casi 200 años y la formación de un Estado Nacional represor y excluyente. Lejos de finalizar, siguió con la llamada "Segunda Conquista del Desierto" pergeñada por Benjamín Victorica y el Coronel Francisco Bosh, ministro de guerra de la nación y gobernador del Chaco respectivamente allá por 1883. La ambición incontrolable, el ansia por encontrar espacio para el "oro blanco" (algodón) se convirtió en sed de sangre originaria. Porque entiéndase bien: el capitalismo nació en la región con los colmillos chorreando sangre. No podía ser de otra forma.

Tampoco finalizó la fiesta de la muerte con Napalpí en 1924, cuando la huelga llevada adelante por los trabajadores del algodón, mayoritariamente originarios, terminó en una masacre brutal que segó la vida de centenares de hombres, mujeres, niños y ancianos.

Porque acá no se marcha sólo como homenaje o recuerdo de males pasados. No es una marcha folclórica, ni tiene nada que ver con esos actos escolares despreciables y vacíos. La marcha es porque el genocidio se prolonga y no se arregla con palabras ni mendrugos.

Por eso tenemos que hablar de dignidad. Es imprescindible.

Veo a Marina, esta hermosa tobita de 7 años, marchar. "Aprendiendo a luchar" como me dijo cuando le pregunté qué hacía. Percibo en sus maravillosos ojos negros que aunque tal vez no comprenda la profundidad de sus propias palabras, en su interior está todo muy claro. La dignidad corre por la venas de Marina. Escucho a Félix, uno de los referentes, exigir "el respeto a la lucha de nuestros antepasados" frente a la comisaría de Castelli. "No queremos que muera ni un hermano, ni una hermana más. La lucha será hasta las últimas consecuencias." grita con firmeza. Sé que en la boca de Félix no es una consigna. Sé que es una decisión tomada hace mucho tiempo. Una decisión tomada desde lo más profundo. La dignidad habla por la boca de Félix.

La dignidad de negarse a aprender el idioma de los asesinos de su padre fue tal vez el primer acto de resistencia del entonces niño Félix. A su papá lo mató un colono cuando tenía 6 años. No aprendió el castellano hasta entrada la adolescencia.

Quizás por eso. Hoy. En esta tierra. La dignidad clama por justicia. Porque se sigue matando impunemente.

El genocidio se viste de tuberculosis y visita a todas las familias. Dos jóvenes muchachas murieron esta semana en el impenetrable por falta de atención. Se disfraza de vinchuca en las precarias viviendas de adobe. Cambia de nombre y es cualquier enfermedad curable llámese hepatitis, meningitis o lo que fuere. Se prolonga en la falta de agua potable, en la casi nula atención médica, en la segregación y el clientelismo de cada día.

El genocidio muestra su cara más atroz en el hambre, la falta de trabajo y de recursos, en la exclusión como perverso y sistemático mecanismo de exterminio. No hay mujer, no hay familia de este pueblo que no esté llorando ahora la muerte de al menos un hijo o una hija.

Los genocidas son los mismos. Ayer y hoy. Están sueltos. Andan entre nosotros. Se creen importantes. Firman y votan leyes y decretos. Compran y venden empresas, acciones, lealtades y sueños. Distribuyen planes, bolsones y promesas. Exhiben su desvergüenza en la tele. Siembran soja y agroquímicos. Contaminan el aire, la tierra, el agua y las almas. Cuentan votos y billetes. Dan sus nombres a plazas y calles. Asesinan al pueblo.

Hoy. En esta tierra. En este octubre. En cualquier octubre y en cualquier tierra. Hay que hablar de dignidad. Pagar nuestras deudas. Ser más y más fuertes. Empezar a cobrárselas a los hijos de puta.

Porque en estos pagos el genocidio continúa. Por suerte la dignidad de la lucha también.

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A manera de posdata
La dignidad afortunadamente recorre las calles de todos los barrios y vive en el alma de la gente que no se resigna, que resuelve que vivir solo y con miedo no es una opción y se decide por el abrazo fraterno y solidario.
Vive en el corazón de Claudia que se bancó 25 años de cana y tuvo la dignidad de no aceptar las imposiciones del sistema y de transformarse y ayudar a que otros y otras lo hagan.
La dignidad está en la casa de mi vecino Aldo que casi jubilado se animó a tomar (junto a sus compañeros) la fábrica y recuperarla para los trabajadores. Está en su actitud solidaria de cada día.
Pienso en Marina, la hermosa niña toba, pero también en mi vecinito Joaquín que al igual que ella calza 7 añitos y ya conoce lo que es la represión policial y a su manera la enfrenta. La dignidad está en ellos casi como una marca de nacimiento.
A todos y a todas mi reconocimiento y homenaje.

http://www.agenciawalsh.org/aw/index.php?option=com_content&view=article&id=3686&Itemid=84

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